Siempre hace ilusión preparar el primer recopilatorio, en este caso el recopilatorio de la segunda temporada del #retoalfabetodulce y no con uno sino con dos ingredientes: bizcochos lady fingers y pomelo.

Parecía que no iba a llegar nunca y mirad, ya tenemos aquí el primer Reto "Alfabeto Dulce" de la segunda vuelta. Casi todos sabéis en qué consiste, pero por si acaso resumiros las novedades. Hemos querido dar un vuelta de tornillo más y ponerlo un pelín más difícil, aunque sinceramente sé que no vais a tener ningún problema.

Pues bien, ya no cocinamos con un ingrediente. Noooooo, ahora cocinamos con dos ingredientes. Uno principal y otro secundario. El principal funciona como en la primera vuelta, se irá eligiendo cada vez un ingrediente según la letra que salga por sorteo y sin repetir letra, ni ingrediente de la primera vuelta.


El segundo ingrediente también se elegirá según una letra que también saldrá por sorteo, pero en este caso se pueden repetir letras que ya hayan salido. Lo más divertido es que cada uno de los dos ingrediente de cada mes, lo elegirá un participante y aunque en este primer reto no ha habido comunicación entre ambos, a partir de ahora pueden hablar entre ellos para así elegir ingredientes que no sean dispares y se complementen entre sí.

Esta es una de esas recetas que tengo hechas desde hace ni se sabe, más concretamente desde septiembre del año pasado, después de disfrutar de un fantástico domingo cogiendo moras con las niñas, en plena naturaleza mientras hacíamos una pequeña parte de la ruta de los Pueblos de la Arquitectura Negra de la provincia de Guadalajara.

Como ya os contaba, recogimos casi dos kilos de moras y además disfrutamos muchísimo de esta mini escapada. Con ellas preparé varios postres que ya os he ido enseñando y uno de los que todavía me quedaba en el tintero era este bundt cake que hoy os traigo.


Me encanta el sabor del coco pero también entiendo que es un sabor muy particular y no a todo el mundo le gusta. Yo creo que es de esos ingredientes que o te encanta o no te gusta nada, vamos que no hay términos medios.

La entrada que normalmente publico los lunes en el blog, en esta ocasión se adelanta un día, porque hoy domingo 10 de abril tenemos una cita con el reto #reposterasporeuropa.

Otro día más que partimos felices de viaje gastronómico, esta vez con destino a Rumanía. Da igual el destino, lo importante es que coincidimos todas en el aeropuerto con la maleta llena de ganas de compartir todo lo que aprendemos en estos viajes gastronómicos tan enriquecedores.

Rumanía es un país que ha sido ocupado, a lo largo de la historia por griegos, romanos, turcos y astrohúngaros. Incluso otros países europeos como Francia, Polonia, Italia o Rusia, también han tenido una profunda influencia sobre la cultura y el idioma de Rumanía. No en vano el rumanao es una lengua romance y no eslava como mucha gente piensa.


Todas estas diferentes influencias de los distintos países quedan patentes en la cocina tradicional de este país. Un ejemplo claro de estas influencias francesas es la receta que hoy os traigo.

Hacía ya mucho tiempo que andaba detrás de preparar alguna receta con fruta de la pasión o maracuyá. No en todas las fruterías tienen esta fruta tropical originaria de Centroamérica y Sudamérica, así que, cuando me trajeron una bolsa llena de ellas, me puse manos a la obra y empecé a pensar qué postre prepararía.

Me sorprendió ver como cada una de las maracuyás estaba precintada individualmente con papel film transparente, algo así como si fuera un envase al vacío. Imagino que de esta manera se conservarán más tiempo intactas y el proceso de maduración se ralentizará evitando así que se estropeen antes de tiempo.


Me alegro mucho que estuvieran así embaladas porque tenía más de una docena y para la receta de hoy, sólo necesité tres o cuatro frutas. Por lo tanto me sobraron unas cuantas que empleé para preparar alguna otra receta que ya os iré enseñando.